Grupo Argentino de Transcomunicación Instrumental

 

Transcurrían los días clásicos de un reciente verano, allá por fines de diciembre del año 2008.

El dolor era un coeficiente constante en nuestras vidas.

Habían pasado solo cuatro meses de la partida física de nuestro hijo.

Al sufrimiento lo enfrenté siempre con la seguridad absoluta que la muerte, 

a quien respeto por ser parte de la vida, no podía cortar nuestros lapsos de amor hacia él.

Por esos días la tarea de continuar escribiendo mi libro, era por momentos inalcanzable.

Esa noche que marcaría en cierta forma un destino diferente en mi vida, compartíamos la cena, con nuestra nieta S de tan solo dos añitos, hija de N y D.

Tratábamos de disimular la tristeza de nuestras almas frente a la niña, que tal vez era inconsciente de

lo que su propio interior  no podía expresar con palabras.

Entre risas y un clima de amor hacia ella, escuchamos de pronto un ruido extraño y contundente 

fuera del comedor, donde nos encontrábamos.

Salimos inmediatamente hacia el patio, para dar un vistazo de lo que supuestamente habría producido

el curioso sonido. Después de observar que todo estaba en orden en el lugar, nos retiramos a dormir.

A la mañana siguiente desayunamos, habiendo olvidado el extraño hecho.

Ya transcurría el atardecer, cuando decidí dirigirme hacia la terraza, donde se hallaba el dormitorio que desde la adolescencia era habitado por nuestros dos hijos y que actualmente lo utilizo como escritorio.

Al abrir la puerta que se encontraba con llaves, observé sobre el piso de madera, un reloj de mesa, que se hallaba originalmente sobre la repisa de un mueble ubicado sobre la pared.

Además de ello, a unos pocos centímetros puedo ver el cuaderno de hojas cuadriculadas, que lo había dejado días atrás sobre una pequeña mesa redonda de mimbre.

El cuaderno era el que utilizaba como borrador para transcribir manualmente mis propias experiencias fuera del cuerpo físico, desde hacía tiempo atrás.

Fue algo mágico, observar los dos objetos en el piso.  Percibí inmediatamente como si alguien invisible me dijese al oido: " ES HORA DE TERMINAR EL LIBRO".

Me quedé allí parada, pensando como podían haberse caído los dos objetos que se encontraban en distintos lugares de la habitación?.

Pese a ello acepté la percepción recibida sin duda al respecto. Era como si alguien estaba interesado en ayudarme, marcándome lo que debía realizar.

Experimenté un sentimiento de alegría interior y de seguridad sobre mi misma.

A partir de éste hecho asombroso, impulsé toda mi energía en finalizar de producir mi libro, que hoy no sólo me hizo  crecer como ser humano, sino que encontré en éste nuevo camino evolutivo, personas que me han aportado nuevos conocimientos, grupos y entidades asistenciales y actualmente exponiendo a través de charlas el fenómeno fisiológico que son las experiencias extracórporeas, a las que todos tenemos acceso, solo que no las recordamos y que por miedo, o desconocimiento no las comentamos.

 

Hipotéticamente el hecho se pudo haber producido debido al fenómeno de la telequinesia, el cual se refiere al movimiento de objetos causado por personas fallecidas, espíritus u otras fuerzas sobrenaturales.

Muchas veces nuestros seres queridos fallecidos o seres superiores, nos dan  buenas idea y nos sacan de pensamientos dolorosos, impulsándonos a un camino inesperado.

Sin embargo,  en ocasiones no prestamos suficientemente atención a las señales, pero si estamos atentos a esas indicaciones, podemos recibir una orientación en nuestra vida.

El discernimiento es propio de cada uno. No se puede confiar en cualquier información, debe existir siempre nuestro análisis crítico, sobre lo que realmente puede ayudarnos o no.

Estemos atentos a esas señales que pueden partir de diferentes fuentes, y así poder contactarnos con seres más allá de éste plano físico y orientarnos en muchos casos a fines asistenciales. 

VALE LA PENA INTENTARLO.

Con afecto

 

Marta Lidia Pérez

DNI 4.703.040

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